El encuentro – Trama

Devolución amorosa de “EL ENCUENTRO” en el final de TRAMA. Programa de cooperación y confrontación entre artistas, creado por Claudia Fontes.

Antes que nada quiero decir que este pequeño informe-devolución estará impregnado de afecto y de mi apreciación general de TRAMA. Lo siento. Ser objetiva  me resulta muy difícil y sin duda, en estas circunstancias eso sería un ejercicio forzado. Tampoco abarcaré  todo EL ENCUENTRO, sino los aspectos que me impactaron y que mi cerebro o mi afectividad (vaya uno a poder discriminar) rescataron en el cúmulo de información y eventos concentrados durante aquellos intensos diez días de octubre-noviembre de 2005 en la CABA.

Lo primero: demoré en presentar este informe porque estaba a full con mi tesis doctoral que por suerte ya he terminado y entregado. En ella las citas y referencias a las actividades de TRAMA son muchísimas, pero lo más importante es haberme dado cuenta de cuánto pude aprender sobre el arte argentino actual durante los cinco años de su desarrollo. En un medio tan chiquito como el mío, eso ha constituido una enorme ventaja profesional y lo agradezco.

Respecto de El encuentro, hay una frase, una pregunta, una imagen, una conclusión y un concepto que me han quedado en la cabeza. Todas están relacionadas entre sí y creo que les daré prioridad en el desarrollo de esta devolución. Veamos pues:

  1. La frase: “estamos en un desierto cultural” de Angelika Heckl.
  2. La pregunta: “¿por qué dices que están en un desierto cultural?”, de Claudia Fontes.
  3. La imagen: Ramiro Garavito leyendo temerosamente su ponencia mientras Justo Pastor Mellado leía el programa del encuentro restando importancia con su actitud, a todo lo que pudiera decir Ramiro. 
  4. La conclusión: si una comunidad no pide la producción y el desarrollo de un arte actual, no hay por qué esforzarse en ello.
  5. El concepto: aquél que expresara Tulio el último domingo en el Hotel Colonial San Telmo cuando dijo que todas nuestras iniciativas se llevan adelante por puro amor.

Admito que aquella frase, así como la escuchamos suena muy poco feliz. No obstante, mi opinión es que Angelika no se refería a la inexistencia de cualquier otro fenómeno de la cultura (todas las actividades humanas lo son), menos en países como Bolivia en los que una de sus principales riquezas es su cultura popular, tanto, que debe ser considerada como un bien capital. A lo que Angelika se refería es a los obstáculos institucionales con los que se enfrentan los procesos de producción, distribución y consumo de la obra de arte contemporánea. En consecuencia aquella aseveración,  debe ser entendida sólo en ese contexto.

La pregunta de Claudia en todo caso fue un llamado de atención, destinado a aclarar las cosas, objetivo que, supongo, no se logró del todo. No importa, no resulta descabellada una pregunta así, pero la imagen de Ramiro leyendo al lado de Justo, quien no le prestaba atención, me hizo pensar que hay realidades que no sólo no podemos comprender sino que  no queremos hacerlo. Por lo tanto,  emitir cualquier tipo de juicio desde nuestro horizonte no haría más que embrollar la cosa. 

Este hecho llamó mi atención y me dejó pensando porque  creo poder aproximarme al problema, debido a mi propia experiencia personal. Quiero decir que habiendo vivido y continuar viviendo en un medio pequeño y adverso a la introducción de novedades y cuyo intento se suele pagar con la exclusión, no creo que sea baladí el esfuerzo por crear una escena (una escenita si se quiere) de arte contemporáneo. Para mí, el desierto de Angelika Heckl, es el mismo del maestro de Shunko, en el que todos los años plantaba árboles, para sorpresa de sus alumnos que lo miraban sin entender ya que la mayoría de los arbolitos moría bajo el abrasador sol santiagueño. Pero habría uno que prosperara y crecería lozano debido a la cuidadosa  amorosidad de Washington Ábalos.

En efecto, aquí se tocan los ejemplos vinculados al amor, “la fuerza del amor” a la que Angelika hizo mención cuando describió su encuentro con El Matadero y su concepto de prácticas ampliadas del arte en cuya motivación otra vez estaba Eros. Viendo así las cosas no creo que en Bolivia sea descabellado el loco esfuerzo de intentar construir una escena artística surgida del amor por la propia práctica y por la necesidad de encontrar cómplices. Sugerir que si en ese país hay sólo unos cincuenta artistas, el esfuerzo por aumentar ese número  será un esfuerzo impostado, me parece  un poco egoísta porque…. Acaso nosotros, en nuestros contextos de origen y con nuestras prácticas excéntricas ¿no respondemos al mismo llamado?  Es más: ¿no comenzaron así los artistas que, en la Buenos Aires de principios del siglo pasado lucharon por fundar una academia y un museo?  Aquí en Tucumán a esa ucha la llevó la propia universidad y tuvieron que pedirle al Estado que prestara parte de su colección para exhibirla en nuestro recién creado museo de bellas artes, porque aquí casi no había artistas.  Según mi manera de ver, no importa en qué tramo del circuito de producción, distribución y consumo se inicie el arduo proceso de inventar una escena para cualquier tipo de práctica artística. Sólo es necesario dar el primer paso. Tampoco acuerdo con el argumento de que en un país tan pobre como Bolivia, la pretensión de ser un artista contemporáneo es absurda, pues todos los procesos de crecimiento son complejos, desiguales y combinados. Por eso es errónea  la pretensión de establecer prioridades a la manera de una pirámide en cuya base estarían salud y educación por ejemplo, y más arriba las producciones de lo que llamamos “alta” cultura y entre las que se cuenta el arte contemporáneo con sus lenguajes sofisticados. La personas somos un todo que necesita de la diversidad cultural y ése también es un derecho de los pobres. 

Aunque algunos artistas tengan la suerte de desarrollar su obra en el centro, nuestras escenas de provincia se caracterizan por trabajar sobre las fisuras del sistema que visualizamos  con más claridad debido a que están construidas por  sus protagonistas. Cada una de ellas posee diferentes matices según se trate de cada contexto, pero el amor es el mismo, aunque el objeto de deseo sea más esquivo para unos que para otros.

Muchas gracias.