Manual Tucumán de arte contemporáneo

Presentación

De alguna manera este manual es un homenaje a ese libro abarcador de todas las disciplinas que, en mis tiempos, exigía la escuela pública. Si bien tenía uno o dos editores principales, reunía en su interior textos de variados prosistas o poetas (nunca faltaba algún capítulo de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, En paz, de Amado Nervo, o La Higuera, de Juana de Ibarbourou), y esos escritos, junto a los mapas de Tucumán que se multiplicaban en todas sus versiones fueron armando un ideopaisaje que todavía me acompaña, no importa cuánto lo interrogue. Pero, lo sabemos, tanto la historia como la geografía se producen influenciándose mutuamente y en ese contexto nuestro arte actual contribuye a replantear nuevas genealogías, constelaciones de un mapa que modifica los relatos lineales de nuestra tardía modernidad, alterando así los contenidos del viejo manual. En efecto, hoy no pienso que el pasado meramente se actualice cada tanto; creo más bien en la repercusión que el futuro pueda tener en él y por eso imaginé un libro que hablara de nuestro arte actual, pero que avanzara hacia atrás con el fin de reconocer y profundizar el proyecto intelectual y político que los artistas tucumanos estamos construyendo en el presente. Cualquiera fuera la circunstancia, en los últimos veinte años hemos creado más espacios de producción, análisis y distribución que en todos los precedentes, intentando así reconocer las particularidades de nuestro arte con la secreta ambición de producir significaciones que también pudieran ser globales. En efecto, hemos sido los artistas quienes desenfadadamente cubrimos el rol de agitadores de la escena local como resultado de un fenómeno que no sólo tuvo lugar porque sentíamos que las voces que escuchábamos ya no nos representaban, sino porque aquellas iniciativas nos permitían generar un contexto más adecuado para la propia producción. Todos necesitamos salir del taller para hacer algo que otorgue nuevo sentido a nuestra obra.
Hacer un aporte sustancial a la reescritura y redistribución de nuestra historia del arte reciente es otra de las aspiraciones de este pequeño manual, por eso he invitado a voces que, de una manera u otra, con más o menos fuerza, han contribuido a generar el pensamiento escrito o visual en nuestro medio a lo largo de las últimas décadas. No están todas, pero de alguna manera se hallan presentes a través de las diferentes menciones que de ellas se hace en los diferentes capítulos porque, es necesario aclararlo, lejos de aspirar a construir una visión hegemónica de los sucesos, este manual se ha escrito no sólo a partir de documentos fidedignos, sino también desde una afectividad latente en tanto que la mayoría de sus autores ocupa el incómodo lugar de haber sido protagonistas de los hechos.
“Las historias, dice Camnitzer, sirven invariablemente a propósitos que trascienden la mera organización de los datos”, por eso invité a Alejandra Wyngaard a escribir, a proponer una lectura sobre nuestra historia reciente, con sus feroces operativos “Tucumán” (1966) e “Independencia” (1975) a partir de la cual el lector podrá enlazar los textos posteriores, abocados de lleno a analizar diferentes aspectos de nuestro arte porque, y es preciso tener esto muy en claro, a pesar de su apariencia individual, toda obra es hija de la época en la que fue creada.
Griselda Barale aborda el tema de la tradición, que aquí en el norte es tomado como un valor predominante en tanto se liga con el pasado y la tierra. Por esta razón la invité a analizar este fenómeno sobre el que quizá se apoyen los productos estéticos más celebrados de la provincia, a fin de dilucidar hasta qué punto la tradición aún puede ofrecernos lecturas compartibles con otros ámbitos.
Así como cada generación necesita conocer su rostro, toda generación construye una metáfora propia de su tiempo aportando la imagen especular a la que las sociedades acuden de tanto en tanto, para indagar sobre ellas mismas. En mi texto, Metáforas perdidas , hablo sobre el problema que ocurre cuando este natural proceso se ve cercenado por diferentes razones y, humildemente, intento sacar a luz piezas y artistas injustamente olvidados que durante los años ’70 y ’80 prepararon el terreno para la explosión positiva que viviera nuestro arte en la década inmediato posterior.
Marcos Figueroa también levanta ese guante pero, dialogando con el pasado reciente y analizado las vicisitudes de nuestra escena local, se concentra específicamente en el arte tucumano de los últimos tiempos y justifica su eclosión en las condiciones socioculturales que ya estaban dadas y que favorecieron su exitosa inserción a nivel nacional.
Por su parte, Jorge Figueroa, Mónica Herrera, Aldo Ternavasio y Kevin Power, se esfuerzan por comprender y explicar el arte que han visto emerger, desdeñando las ideas tardías que teorizan (a veces de manera tan equívoca) sólo sobre lo que ya ha sucedido. Es un riesgo que valientemente asumen aunque depositen su mirada en aspectos muy diferentes del mismo fenómeno: su sesgo pop; cómo se las apaña para ser en un mundo en donde lo global tiende a convertirse en un nuevo esencialismo; las diferentes estrategias que éste encuentra para alejarse de la producción meramente objetual o el análisis minucioso de tres casos observados desde la particular mirada de quien no pertenece a nuestro medio. Estos cuatro últimos autores dan fe de las estrategias de nuestros artistas contemporáneos quienes, manejando las mismas herramientas que sus colegas de otras partes del mundo, construyen una perspectiva glocal en sus producciones que, a la manera de una imagen holográfica, tanto los acerca como los aleja de su lugar de origen: Tucumán. Gracias por interesarse.

Carlota Beltrame

Tucumán, primavera de 2009

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